Bioy Casares – La aventura de un fotógrafo en La Plata

Se dejó caer en un banco, a la sombra. Sintió frío. O tristeza nomás. Recapacitó: “Si viene, de acá la veo. Ya no va a venir.” Tendría que buscarla por la ciudad. Pero ¿por dónde empezar? El tiempo, que les faltó para establecer costumbres (como la de ir a un café, donde ahora podría esperarla) les alcanzó para quererse. La semana fue corta, se vieron poco y las horas de ese día, que reservaba para Julia, se le iban rápidamente. Recordó, uno a uno, los momentos que pasaron juntos. De quererla y del amor de Julia estaba seguro, pero no de que ella supiera que él también la quería. “Yo tengo la culpa”, se dijo y argumentó que si Julia lo hubiera seguido de lejos (precisó: “con un tele”) a lo largo de buena parte de su última tarde en La Plata, pensaría que ella no le importaba. (pp. 215-6)

Leave a comment